domingo, 10 de abril de 2016

Los marcos: la historiada frontera del arte pictórico.


Pere Borrell del Caso: Huyendo de la crítica


La oculta  belleza compleja de los límites de la pintura: los marcos: la seducción de la invisibilidad ya ostentosa ya discreta. 


Puede, no lo niego, que haya algo de rebuscado y de salmónido en este tomar el rábano por las hojas y por mor de la sorpresa, ir a una exposición notable, como la de la Colección Phillips y fijarme a conciencia en los marcos de las pinturas que se exhiben antes de investigar brevemente sobre la historia del mismo y recolectar algunas opiniones que puedan ilustrarnos sobre la importancia de su necesaria existencia para la historia del arte pictórico. En cierto modo, la necesidad de ponerle límites a la representación plástica se inició ya en los propios frescos dele prerrenacimiento, en los que no era inusual recorrer a un marco, a veces profusamente ornamentado, que encuadrara el motivo pictórico, al modo como los marcos de las ventanas encuadran cuanto a través de ellas se ve o las puertas el interior de las viviendas o las habitaciones, aunque sea en breve porción y no significativa, lo que en esos interiores suceda.
Puede establecerse una correlación entre el marco de los cuadros y la edición de una obra literaria, tanto si consideramos las cubiertas como las propias páginas, en cuyo interior podemos hallar el arte minucioso y espectacular de los miniadores.  Si los escritores, sobre todo los desencajados, no consideramos que nuestras obras lo sean realmente hasta no ver alcanzada la edición en papel que les da la carta de naturaleza de tales -no es lo mismo la edición digital, tan fría y lejana, como he tenido ocasión de comprobar por experiencia propia- , bien puede decirse también que, como sugería Van Gogh, las obras pictóricas no estén acabadas hasta que sus autores, como él sostenía, las veían enmarcadas. A partir de esos límites que encierran el mundo de la representación, y sin los que, como escribió Ortega, Un cuadro (…) tiene el aire de un hombre expoliado y desnudo.., cuyo contenido parece derramarse por los cuatro lados del lienzo y deshacerse en la atmosfera, enseguida aparece un problema de no poca enjundia: ¿qué marco le conviene a cada obra?, ¿quién los escoge?, y, finalmente, ¿forma parte indisoluble de la obra pictórica el marco con que ha sido enmarcada? No fueron pocos los pintores que extendieron su faceta creativa a la selección o elaboración de los marcos con que “sujetar” su afán expresivo. Pintores como Paul Gauguin, Pisarro, Seurat y Sorolla entre  otros. Henri Matisse dijo que  Una pintura ha de verse rodeada por un bello marco dorado; pero no hay cuidado, si la pintura es buena sobrepasará el marco, lo que, implícitamente, reconoce las bondades estéticas de los marcos, señalando una de sus condiciones: ser dorado, una práctica común que duró mucho tiempo desde que la escuela veneciana  de Jacopo Sansovino (1486-1570), escultor y eminente arquitecto con obras como la Biblioteca de San Marcos, la Biblioteca Marciana -escenario frecuente en no pocas películas- se consolidó como la primera artesanía del enmarcado  en Europa.

La importancia de ese autor, para el arte que nos ocupa, es de tal magnitud que, por vez primera, hasta donde he podido saber, sus obras fueron objeto de una singular exposición que bien podría haber llegado hasta nuestros lares: la National Gallery de Londres presentó  Frames in Focus: Sansovino Frames , en la que se atendía a la inequívoca condición de obra de arte de los marcos, aunque los marcos expuestos, curiosamente, no fueran del propio Sansovino, sino de la escuela de ornamentación que él creó. El visitante de dicha exposición, así pues, y salvo dos pinturas que figuraron para valorar la adecuación entre marco y obra, aspecto también importante, contemplaba ventanas vacías, como la que capté en esta tienda de marcos.
A medio camino entre la pintura, la arquitectura y la escultura, amén de la artesanía del mueble, los marcos rara vez, salvo esta, han sido objeto de la atención preferente del consumidor de arte, que es lo que yo he hecho en la exposición de la Colección Phillips, en la que las telas se convirtieron en objeto secundario de mi atención. Llevaba tiempo desviando mi interés hacia los cuadros, pero siempre acababa dominándome la pintura, hasta que tomé la decisión, en esta de Phillips, de no dejarme enredar por las representaciones y atenerme a mi marcada decisión geométrica.
La amplia variedad de marcos que pude observar resumirían, como en cualquier exposición, las diferentes etapas que el arte de la enmarcación, no ajeno a los movimientos artísticos propios de la pintura y otras artes, ha seguido:  
Renacimiento; Manierismo; el marco de Ebanista, de madera pulida; el marco barroco, el Paladino y Rococó; el marco romano 'Salvator Rosa'; marcos de estilo neoclásico; y los académicos o los marcos artísticos de los siglos XIX y XX… Aunque en estrecho espacio, salvo algunos marcos tipo estuche, como la cassetta italiana,
que permitían un desarrollo mayor de los motivos, no deja de ser curiosa la amplísima gama de motivos ornamentales que se han apoderado de los marcos, sobresaliendo, por encima de todos los vegetales, y los de orden geométrico, un abigarramiento que fue in crescendo hasta llegar a un momento de saciedad que hizo derivar el arte de la enmarcación hacia un minimalismo decorativo, hacia una sencillez desnuda
que permitiera lo que cualquier pintor desea, que los fronteras no distraigan al espectador de la contemplación de su obra.
Que los adornos de los marcos se hagan en yeso y después se pinten no obsta para que su valor, en algunas épocas, haya sido igual o superior al de las pinturas que enmarcaban; ni que decir tiene que un marco de madera tallada encarece el precio del objeto y ofrece ciertas limitaciones al vuelo imaginativo de los marquistas. Habitualmente no estamos acostumbrados a valorar la relación entre el marco y la obra pictórica, en la medida en que (y espero que hasta la lectura de esta defensa del marquismo como obra de arte…), aunque no nos pasen desapercibidos, tampoco nos obligan a detenernos demasiado en su contemplación, urgidos, claro está, por los nombres olímpicos de los creadores de talla mundial que suelen congregar a tantos visitantes: Zurbarán; Goya, Picasso, Bacon, Rotko, Juan Gris, Sorolla, Dalí… Desde esa entrada animo a los amantes del arte a realizar una doble observación en la próxima exposición que visiten: las obras y sus marcos. Surge entre ellas una dialéctica muy curiosa, porque no es infrecuente que ciertas obras modernas y transgresoras estén enmarcadas con un estilo manierista o que obras archiclásicas, como las propias Meninas, hayan sido enmarcadas en nuestra época y con un marco austero que tiende casi a la invisibilidad. En la trastienda del Prado, por ejemplo, se constata la existencia de miles de marcos que esperan ser adjudicados a otras tantas pinturas. Es sabida la tendencia a emparejar obras con marcos de la misma época, algo que presenta serias dificultades, y que obliga a un curioso y lucrativo mercado de marcos antiguos. No son pocas las voces que animan a los gestores de la pinacoteca madrileña para que, a imitación de la National Gallery, se decida a montar una muestra de ese arte tan preterido cual es el de la creación de marcos y molduras. Estoy convencido de que redundaría en un mejor aprovechamiento de las visitas a los museos, porque, hasta la fecha, parece que el marco sea una suerte de soporte imprescindible, pero totalmente accesorio y de escaso interés. De lo que estoy convencido es de que, como a mí me ha pasado con la exposición de la Colección Phillips, saldrá con otra visión, enriquecida, del arte.

Cualquiera que acceda a un tutorial en YouTube sobre la creación de un marco, sabrá apreciar en todo su valor las sublimes obras de arte que, en forma de marcos, historiados o sencillos, nos ha legado la tradición artística. He de agradecer, finalmente, que en CaixaFórum tuvieran la delicadeza de permitirme fotografiar los detalles de los marcos que aparecen en esta entrada, que es lo que me ha impulsado, finalmente, a elaborarla y compartirla con quienes, anteriormente, no recibieron con desagrado mi particular manera de afrontar las exposiciones en El arte de dejarse seducir


     



Y para acabar, enmarcando bien la entrada, una variación del excelente óleo de Borrell, por gentileza de Autógeno:


Jose Ferraz de Almeida Junior, "Boy"

2 comentarios:

  1. Coincido contigo con la apreciación de estos intermediarios de lujo que son los marcos que establecen además de una transición con la realidad externa, un realce a veces prodigioso y exquisito. Sin embargo los tiempos recientes han optado por las presentaciones de las litografías o fotografías sin marco o con algunos muy discretos, siendo el uso del passepartout la única excepción que continúa. Parece que la estética contemporánea, que viene de la Bauhauss, desea prescindir de toda retórica y ornamento suplementario. Una vez leí a André Gide que exaltaba el valor de las catedrales (a principios del siglo XX) y sus liturgias como plasmación de ritos ancestrales que todavía pervivían, pese a su decadencia y hostilidad por parte de la cultura laica que quería acabar con ellos. Como así ha sido. En este sentido el marco es una suerte de liturgia que nos lleva al mundo de los artesanos medievales alejados de la producción en masa y estereotipada, signo ya del siglo XX y ya no digamos del XXI. Esta orfebrería, esta belleza plástica que enmarca las obras de cuadros antiguos nos eleva a cierta consideración de la belleza por encima del pragmatismo.

    Estoy acabando la prodigiosa biografía de Rainer Maria Rilke cuya lectura ha sido una aventura estética de orden mayor, pues en el texto, además de la vida y obra del autor de las Elegías de Duino, aparecían infinidad de referencias a pintores, escritores, políticos, aristócratas, obras diversas que yo buscaba en mi ipad y me llevaba a perderme en nuevos meandros de la lectura que así se convertía en infinita. Rilke expresa una estética antimoderna basada en un mundo caballeresco y aristocrático, en que la belleza no está contaminada por el utilitarismo burgués.

    Pues eso es el marco, un resto de una cultura de raíz aristocrática.

    ¡Qué horror para el tiempo presente!

    Por cierto desconocía el valor de Josep Maria Sert como muralista, admirado por Rilke. Y he conocido la destrucción de su obra en la catedral de Vic por obra de los progresistas revolucionarios que quemaron dicho templo. ¡Valientes ellos! Probablemente Sert sería otro de esos catalanes que ese libro reciente incluiría como traidores a Cataluña.

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    1. A este paso, ese libro acabará en el Guiness de los récords como el volumen más voluminoso de la historia de la edición...
      Mi interés por los marcos me viene de lejos, de cuando leí el originalísimo ensayo de Ortega y Gasset, y de cuando, en Medieval, en la carrera, nos hablaban de la famosa "cornice" para narraciones como Las mil y una noche, el Decamerón, etc.
      Es entretenimiento placentero el de establecer si a ciertas pinturas expuestas les conviene o no el marco que las delimita..

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