viernes, 12 de septiembre de 2014

La grafología: de la psicología alicorta a la mancia de altos vuelos.


                   
                      Escritura siniestra

II.  La grafología: entre la adivinación, la crítica psicológica del signo escrito y los prejuicios colectivos.*
                                                     
     No me las voy a dar de entendido en grafología, a pesar de lo que de aquí en adelante se lea, porque mi experiencia intelectora sobre esta disciplina se reduce a la lectura de dos manuales, uno de Maria Rosa Panadés, Prontuario de grafología, Ediciones Zeus, Barcelona, 1971, muy completito, dicho sea de paso por sus 243 páginas de letra apretadita y numerosos y elocuentes ejemplos; y el otro de María Fernanda Centeno, Manual Básico de Grafología, publicado en la red por el Colegio Mexicano de Grafología y Criminalística. De estas dos fuentes, así pues, saldrán todas las referencias a esta pseudociencia o aspirante a ciencia que aparecerán  en cuanto se lea de aquí en adelante. La interpretación de los datos allí leídos, así como mis escepticismos, perplejidades y sorpresas, sí que caen del lado de mi responsabilidad crítica.
  Mi interés por el arte del desvelamiento de la personalidad a través de la escritura está en relación directa con la vergüenza que siempre he sufrido por mi cacografía particularísima, por un lado; y, por otro, por la tentación de interesarme por esa especie de adivinación del carácter que, a modo de horóscopo gráfico, nos propone la grafología, máxime después de la pesada serie de entradas que le he dedicado a la teoría del carácter y que el intelector interesado encontrará con facilidad en este Diario [En 6 entregas, la última doble, desde el 6 de mayo hasta el 12 de julio]. Que la personalidad pueda revelarse desde los personales trazos de la escritura de cada cual siempre me ha parecido un acto de auténtica magia. Quería ver, así pues, qué había de magia en esa “lectura” del carácter a través de la grafología y qué de ciencia, si es que pueda existir algún tipo de relación entre ambos conceptos.
En primer lugar he de decir que lo que sí hay es un campo léxico específico cuyo conocimiento merece la pena de cualquier lectura al respecto. El afán taxonómico de esta disciplina ha creado un corpus terminológico del que iré dando algunas muestras, para solaz de mis intelectores y propio. No hay disciplina académica sin terminología, de ahí la rapidez con la que las pseudodisciplinas, ansiosas del prestigio social e intelectual que suele denegárseles, establecen una terminología que dificulta el acceso a la posesión de las herramientas hermenéuticas que son capaces de descubrirnos desde enfermedades coronarias hasta la condición de psicópata peligroso.
Procedamos con orden, algo que me cuesta horrores, porque lo mío es la madeja enmarañada de las digresiones, no los párrafos ordenados militarmente como la orden del día cuartelaría. Primero hago un repaso de algunos conocimientos básicos de esta mancia y, después, expongo las conclusiones a que he llegado analizando mi propia letra desde esos conocimientos. Estos:
La inclinación de la letra es algo así como el impulso primigenio que seguimos a la hora de escribir. Según nos inclinemos hacia uno u otro lado, o la mantengamos enhiesta como el asta de la bandera del orden, la escritura nos depara estas virtudes o aquellos defectos. Hay escrituras sinistrógira -nada que ver, por cierto, con la siniestra de la ilustración con que yo escribo mis obras de teatro...- o regresiva, por ejemplo, que es la que presenta una inclinación hacia la izquierda, o sea, en sentido contrario a la marcha de la escritura, obligando, por tanto, a un constante autocontrol de los propios gestos, forzándolos a seguir una inclinación contraria a la que nace espontáneamente de los mismos. Denota reserva, individualismo, afición por la autoobservación y, generalmente, disimulo, falta de generosidad; evasión de la realidad; inadaptación; egoísmo, egocentrismo y tendencia al disimulo. De igual modo que la hay dextrógira o progresiva, esto es, inclinada a la derecha, lo cual implica: inteligencia, sociabilidad, extraversión.

El trazado de las letras y la presión que ejercemos a la hora de escribir nos permite, a su vez, una clasificación que, aun extensa, gozará del beneplácito de mis intelectores:

Escritura de presión fusiforme [líneas finas combinadas con líneas fuertes; típica de las letras  caligráficas]: Denota sensualidad, placer de vivir, amor a las cosas que adornan la vida.
Escritura pastosa [la de rasgos fofos y llenos, sin diferencias de presión entre unos y otros]: sensualidad. Ausencia de autocontrol. Dejadez. 
Escritura babosa, empastada [con prolongaciones inferiores sucias y tinta corrida no debida a la pluma, sino a la presión]: Agresividad, violencia, ira. 
Escritura martillada [trazos en forma de martillo; sobretodo apreciados en las tildes de las t]: Emotividad, impulsividad, violencia. Si va acompañada de presión fuerte: brutalidad. Escritura acerada [de terminaciones agudas y cortantes]: Profundidad, penetrabilidad, especialización, agudeza incisiva. Escritura yuxtapuesta [letras separadas totalmente unas de otras]: Intuición. Riqueza de ideas. En general, falta de sentido práctico. Facilidad para analizar los detalles. 
Escritura agrupada [enlaces entre dos o tres letras dentro de cada palabra]: ideas personales. Independencia de juicio, adaptación. Escritura fragmentada o brisada [ligeros cortes en los trazos de las letras]: Trastornos respiratorios o circulatorios. 
Escritura angulosa [enlaces en forma de ángulo] Firmeza, decisión, despotismo –cuando la presión es muy fuerte. Constancia. Escritura en guirnalda [redondeada en la base; las m y n tienen la forma de u]: Amabilidad, dulzura, atención, bondad, cortesía (en general, rasgos de escritura femenina). 
Escritura en arcadas [enlaces que tienen la forma de arcos convexos]: Si los arcos son muy acusados, indica pretensión, orgullo, suficiencia, vanidad, obsequiosidad, servilismo.
Escritura en guirnaldas de base cuadrada [signo grafológico negativo]: Amoralidad.
Escritura filiforme [trazada a modo de hilo que se desdobla]: Si los rasgos son rápidos: Especulación y busca, por todos los medios, de los fines que se propone el sujeto. 
Escritura ligada [cada palabra o, al menos, la mayoría de palabras, se escriben sin levantar la pluma]: Espíritu lógico, racionalismo. Deducción. Si todas las palabras están enlazadas entre sí, nos hallamos ante estados maniáticos y obsesivos.
         Lo último de inequívoco interés, y que es, acaso, por donde debería haber empezado, es el significado del dibujo de cada letra o grupo de letras, porque algunas de ellas comparten rasgos cuyo significado es único para todas ellas. He aquí una síntesis apretada de algunos de los conocimientos que llamarán la atención de los profanos:
         a) Su importancia está sobre todo en la cola, por ser  continuación del óvalo que, según C. Muñoz
Espinalt, simboliza la personalidad.
g) Las jambas, y sobre todo la de la g, tienen un valor simbólico considerable, porque han sido definidas como signos reveladores de la sexualidad.
m) La letra símbolo del egoísmo.
n) el trazado de la letra n es el más apropiado para reflejar el temperamento.
o) Letra básica, según el método grafológico de C. Muñoz Espinalt, por simbolizar la síntesis de la personalidad.
t) Símbolo de la voluntad, por el esfuerzo que representa el tener que cambiar radicalmente la trayectoria de los movimientos, el que traza el palo y el que traza la tilde.
Los trazos, igualmente, tienen un significado que se suma a los ya expuestos para redondear el análisis
d regresiva: aislamiento, introversión, reserva.
Jambas de la j y prolongaciones exageradas: acusa libidinosidad.
Jambas simplificadas, incompletas: autocontención sexual.
La agudeza viene señalada por la marcada separación entre letras y entre sílabas, signos que reflejan la intuición, así como por la austeridad de los trazos y de todas las letras, mayúsculas y minúsculas.
La g de óvalo invertido y con jamba incompleta y la preponderancia de la zona inferior de la f muestra la inversión sexual.
La forma de la d, adornándola con un rasgo agresivo, ganchoso y arqueado, indica afán de agradar y seducir. Con vivo apego a las cosas del pasado.
Finalmente ofreceré una correspondencia entre ciertos caracteres comunes y el tipo de grafía que les corresponde, según lo exponen en dichos manuales:
Abnegación: escritura comprimida, estrecha, apretada. Tildes de la t muy bajos. Pocas angulosidades.
Agresividad: Tildes de la t largos y acerados, a veces, martillados.
Ambición: Firma ascendente y grande.
Amor propio: Mayúsculas muy perfiladas. Letra s minúscula de mayor tamaño que las restantes. Palo de la p que se proyecta de forma muy acusada en la parte superior de la línea.
Apocamiento: Rúbrica que cubre o semicubre al nombre.
Autoritarismo: Barras de las t muy largas.
Benignidad: Puntos de las íes más bien elevados.
Bravuconería: Escritura de gran tamaño, con mayúsculas sobrealzadas y adornadas. Tildes de la t exageradamente largos y, a veces, complicados.
Coquetería: La letra n redondeada. La rúbrica aparece con dos pequeños travesaños.
Depresión: la letra s y los finales de palabras están por debajo del nivel de la demás letras de la misma palabra.
Erotismo: Jambas de la g, j y q, y a veces la p, totalmente desproporcionadas.
Negligencia: Escritura acelerada, inestable, gladiolada; de fragmentos poco legibles y otros claros. Enlazada. Margen iaquierdo muy irregular. En conjunto, poco sinuosa y poco regular.
Obstinación: La tilde de la t es descendente.
Sobrestimación: Trazar las mayúsculas separadas de las minúsculas y de forma exageradamente grande.
 Por lo que hace al capítulo personal, comenzaré con este hermoso augurio del señor Rochetal, al que tan próximo biológicamente me hallo: A partir de los sesenta y cinco años, la escritura envejece, se hace temblorosa como la mano que lleva la pluma, se vuelve cada vez más descendente [pérdida del ardor, de la pasión, de las ambiciones], apretada, expresando la avaricia natural de los ancianos. Y aparece, además, con letras iguales en altura, pues el viejo no tiene necesidad de mentir.
     Desde este diagnóstico, casi podría decir que me es indiferente lo que esta inmisericorde pseudociencia haya de decir de mi grafismo, o mejor dicho, lo que yo he descubierto en él a partir de sus juicios vulgares y tradicionales hasta la extenuación, cuando no tan arbitrarios como carentes de fundamento. Las oposiciones básicas de nuestro sistema binario: ascendente, positivo; descendente, negativo, por ejemplo, forman el corpus doctrinario de esta disciplina. Así pues, cualquier “verdad” que me revele la tomo con las debidas precauciones. Decir “verdades”, que pasan por “revelaciones” sobre alguien de quien se desconoce todo, no es tan difícil, como bien saben los charlatanes mánticos, porque su sistema de generalización aproximativa es el mismo que usan los políticos, por ejemplo, a la hora de diagnosticar cuál es la realidad concreta de una sociedad en un momento dado.
Después de indagar con escrupulosa mirada cotejadora, percibe el grafólogo inexperto que su cacografía está afectada por muchas de las que le revelan verdaderas barbaridades y algunos halagos, da igual cuál sea la corriente o secta teórica desde la que haga el cotejo: la escuela simbólica de Pulver; la Intuitiva de Moretti; la emocional de Monroth, la francesa de Michon o la española de Muñoz Espinalt y Matilde Ras, por ejemplo. Mi escritura es dextrógira, filiforme, agrupada ( Dentro de una misma palabra están unidas dos o más letras, luego se separan y después se vuelven a unir. La persona usa la lógica y la intuición. Tiene agilidad mental , equilibrio y capacidad de asociar ideas. También indica desequilibrio y comportamiento desigual ), con espíritu de celda –tanto la carcelaria como la monástica–, y, sobre todas las cosas, ilegible y -y aquí viene el rosario de los hermosos piropos a mi trabajada cacografía ilegible-
          Agitación, nerviosismo,, actividad febril, desorden.
          Gusto por intrigar, por sorprender, y por hacer dudar.
          Indiferencia hacia la persona que va a leer el escrito.
          Disimulo de las propias intenciones.
          Descortesía, mala educación.
          Falta de sentido de la organización.
          Mayor riqueza interpretativa al  inventar palabras.
  Huida de las responsabilidades y obligaciones por    inestabilidad, fatiga o astenia.
     Como se advierte, pues, dan en el clavo y me dejan expuesto como una hermosa mariposa atrapada en el fieltro del ingenio, porque a los avezados intelectores no les habrá pasado por alto que, aunque no se me entienda ni jota, ni efe, ni ge ni de, es evidente mi mayor riqueza interpretativa al inventar palabras, como las muchas que por estos escritos/sotos, incomprensibles en su versión original, voy derramando..., aunque no me atrevo a continuar con el “vistiéndolos de hermosura”, porque para atrevimiento desvergonzado basta con el gesto…

*Por si alguien cree que estas cuestiones de la caligrafía son algo baladí, quiero recordarles que el Arte de escrevir, de Francisco Lucas,  a quien se considera el mejor calígrafo español, en edición de Juan de la Cuesta de 1608 se vende al bonito precio de 6500€...




2 comentarios:

  1. Pues, por lo que llevo leído, y escrito, este escribidor, Juan, debe de carecer por completo de carácter, del tipo que sea, porque su letra manuscrita es tan vulgar, que se ha visto reflejado en todas y cada una de las descripciones que has hecho, sin saber a cuál de ellas dar más crédito: leía lo de las yuxtapuestas, y allí me identificaba; si las ligadas, también; que las arcadas, por supuesto... En fin, que poco o nada entenderé de estos menesteres, como no sea que sé escribir, pero no entender lo que escribo...

    Con todo, extraordinarias lecciones para profanos, ambas dos.

    Un abrazo

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    1. Ya dije que esta mántica tenía un tanto de horoscópica y no poco de fantasía, porque, en efecto, parece que nos afecten a los trazos todos los males que se describen y que sea imposible encontrar la casilla donde ubicarnos confortablemente. Joselu me decía en la entrada anterior que yo parecía orgulloso de mi cacografía. Es muy fuerte, orgulloso, pero sí satisfecho de estos trazos crípticos frente a otros adocenados y esmerados que parecen recién salidos del parvulario. Hugo escribía su diario secreto en español para que no se lo fisgonearan. Yo no necesito escribir en francés para conseguir lo mismo.

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