lunes, 21 de julio de 2014

La primera novela de Susan Sontag: The Benefactor.


The Benefactor: la novela centroeuropea de Susan Sontag.

Por una referencia ajena que hablaba de Hippolyte (no el caballo gentil, ciertamente, pero casi sí el houyhnhnm de Swift…) como de un protagonista dedicado a la creación de aforismos y a vivir en función de sus sueños, me lancé a la lectura de The Benefactor, de  Susan Sontag, con un interés doble, porque pensé que podría disfrutarla desde la perspectiva de mi estudio sobre los aforismos y desde la del posible análisis crítico de  la primera novela de la brillante autora. Nada más empezar a leer, curiosamente, emergió un motivo-acicate que me obligó a dedicarle esta entrada en mi Diario: el protagonista escribe, en tiempo presente, desde sus 61 años, justamente los que acabo de cumplir, lo cual entendí como una de esas casualidades fructíferas que nos permiten plantearnos retos en los que, de otra manera, acaso ni hubiéramos reparado. Mas no solo eso, sino que, como dice al coronar la obra: The ancient philosophers were right in recommending the benefits of age. It is comfortable to be old, algo que suscribo plenamente, y hasta casi con entusiasta alegría. Probablemente la que le falta al protagonista, porque hablamos de un personaje que, con autonomía financiera –de origen paterno– para poder dedicarse al dolce far niente, no busca sino el retiro, la privacidad y la conquista de su mundo interior. Hablamos de una novela intelectual, centroeuropea, que hizo las delicias de Hannah Arendt porque, a buen seguro, le recordaba, salvando las distancias, que haylas…, El Hombre sin atributos, de Musil, y aquella extendida desconfianza en la razón que dominó la escena europea de entre guerras y cuyas raíces han de buscarse en la crítica Nietzscheana: I share de distrust of reason which is the leading intellectual fashion in our century.  Se trata, además, de un personaje que solo se ha dedicado en su vida a su propia formación intelectual, al escrutinio de su persona y a la conformidad con  la vida retirada, de ahí que, cuando su padre lo deja asegurado económicamente, él se sienta  free to pursue my own questions (the treasure I had acumulates since my childhood) and to satisfy, better than the university had done, my passion for speculation and investigation; lo que a un currante como yo, cuya dedicación intelectual siempre se ha tenido que realizar extramuros la dura esclavitud laboral, le pone no solo los dientes  de sable, sino que le induce a pensar la estrecha relación que hay entre la cultura de unos y la explotación laboral de otros, es decir, sobre quiénes se asienta el cigarrismo de los seres de excepción, ajenos a la rudeza, ya digo, del fiero capitalismo devastador.
El libro se abre con una rotunda declaración de principios: Je rêve donc je suis. Bien pudiera decirse que su personaje no tiene otra entidad ni identidad que su atención casi entomológica a sus sueños. Ellos determinan su vida y en función de ellos se organiza su existencia. No los entiende como algo que deba interpretar, sino como actos de vida: Dreams are the onanism of the spirit, nos dice con ese típico laconismo que atraviesa toda la novela de cabo a rabo. Probablemente la desconfianza en la razón, como instancia todopoderosa, capaz de explicar la realidad y al ser humano lleva al protagonista a refugiarse en el sueño como una dimensión donde, al margen de la razón, solo los deseos, los miedos, las esperanzas y la amoralidad absoluta le permiten vivir una vida con intensidad pero sin responsabilidad, porque el perfil caracterológico del protagonista es el del egocéntrico y egotista que rehúye cualquier compromiso, incluso aquellos que desea asumir para probarse a sí mismo que es capaz de salir de su solipsismo y entregarse, aunque con ciertas limitaciones, a los demás. Como nos las tenemos con un personaje decadente, hay en la obra una trama erótico-amorosa cuyas derivaciones folletinescas se compadecen mal con el planteamiento intelectual de la obra, y no diré que lo estorban, pero sí que, optando por la extravagancia, ni siquiera sirven de contrapunto a las trascendentales reflexiones del protagonista, quien, de forma autobiográfica, a través de materiales que ha ido elaborando a lo largo de su vida y que al final de ella rescata, nos ofrece el relato de su monótona vida.
Que no nos extrañe, esa monotonía, porque, como afirma, la verdad  needs the discipline of the custom in order to act. Y, como es bien sabido Any discipline , llega a decir el protagonista , even that of the most sanctimonius custom, is better than none. De ahí que el carácter metódico del personaje, que tan difícil puede resultar de comprender para los seres dinámicos –para quienes no fue escrita esta novela, sépanlo cuanto antes… – incluso se fije normas de comportamiento, objetivos, goals, que determinan la forma incluso de sus actos. En este sentido es más que curioso el heptálogo que se autoimpone el protagonista:
1.    Not to be satisfied with my own, or any else’s, good intentions.
2.    Not to wish for others what they did not wish for themselves.
3.    Not to spurn the advice of others.
4.    Not to fear disapproval, but to observe as much as is feasible the rules of tact and discretion
5.    Not to value possessions nor be distracted by ambition.
6.    Nor to advertise myself, nor make demands on others.
7.    Not to wish for a long life.
Está clara, pues, a la vista de lo anterior, la metáfora del bloque de mármol que escoge el protagonista para definirse frente a la tradicional del viaje. No solo se sabe dentro de él,  sino que también, mediante sus investigaciones filosóficas y oníricas, más que existenciales,  logrará que emerja de él su auténtica personalidad, al estilo de aquella figuración desiderativa de Ganivet: El escultor de su alma.
Hipólito trufa la narración continuamente de pensamientos que rozan el aforismo. Unas veces lo son, otras, meras tentativas. En cualquier caso, se trata de destiladas perlas de la sabiduría de quien tiene como referente a los cínicos y ordena su vida en torno al vacío. A tal fin, son elocuentes las últimas palabras del protagonista, quien pide a los lectores que lo contemplen así:  You may imagine me in a bare room, my feet near the stove, bundled up in many sweaters, my black hair turned grey, enjoying the waning tribulations of subjectivity and the repose of a privacy that is genuine, que tanto recuerda el final de aquel poema de Gil de Biedma, De vita beata: vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia.
Con todo, el personaje no es ciego a sus muchos defectos, entre los cuales está el exceso de autoobservación y la ausencia de una relación cordial Yo-Tú que le permita salir de la mónada en que vive. Así pues, no son extrañas admoniciones de este jaez: You look at yourself too much. That’s the beginning of all absurdity. Look about you. The world is an interesting place. O de este otro: We do not accept ourselves for what we are, we retreat from our real selves, and then we erect a personality to bridge the gap. (…) A personality is our way of being for others.
Hay en la personalidad de Hippolyte algo muy de nuestra época, y la novela bien puede considerarse una suerte de previlamatismo, sobre todo cuando reconoce una característica de la novela moderna sobre la que el discreto escritor barcelonés vuelve una y otra vez cansinamente: I still had the undeserved reputation of a man of ideas, in short a writer who happened not to write, aunque resulta que sí que escribe, y gracias a esa labor sobre la que no puede precisar cuándo la ha llevado a cabo, del mismo modo que ya es incapaz de distinguir las fronteras de lo real y lo soñado, no sólo sabemos que existen los cuadernos donde ha registrado sueños y vigilias, sino que hasta incluso le ha buscado a la narración de todo ello el título adecuado, o mejor dicho, los títulos, porque nos ofrece varios; pero de todos ellos retengo el paradójico: Don’t believe Everything You Read. Y ello a pesar de que, como repite Hippolyte a lo largo del libro, The truth is always something that is told, not something that is known.
Sin embargo, de entre los pensamientos con que riega Hippolyte sus  cuadernos de memorias yo me quedo con el que señala que The reader is a happy accident, que bien podría convertirse en el lema de este Diario.
Finalmente, de entre los 57 aforismos que escribe Hippolyte, como si su vida hubiera estado diseñada para acabar convirtiéndose en un aforista, ofrezco a los intelectores este selecto repertorio:
1.    The dreams make me see myself as someone alien.
2.    If I cannot be outside myself, I will be inside. I will look out at myself as my own landscape.
3.    The only interesting answers are those which destroy the question.
4.    When I destroy the dreams, do I destroy myself?
5.    Now I understand the mystery of the will, What is pain but the failure of will?
6.    The first rule of the ascetic life is to appear comical.
7.    My dreams will expel my character.

8.    Good and evil laugh at each other.

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