miércoles, 26 de junio de 2013

Despedirse en vida.



       NUEVO   NUEVO   NUEVO      NUEVO     NUEVO 
         ¡LA MODA DEFINITIVA
            EN ceremonias fúnebres!
       CONVIVIUM
                  (La última despedida)

Cuando se haya cerciorado de que tiene ya puesto el pie en el estribo, de que le ronda la última hora; cuando su esperanza de vida sea tan endeble como fuerte es su amor hacia los suyos, cuando llega el momento de saber decir adiós con serenidad y entereza…
No se vaya de este mundo sin oír, de labios de sus seres queridos (los racionales), todo lo bueno que dirían de Vd. una vez haya muerto. Dese el gran gustazo de estar de cuerpo vivo presente en una ceremonia entrañable que será su mejor recuerdo postmórtem, y el de todos ellos.
Oiga y vea en el escenario más solemne, con la música más selecta, en un ámbito de estricto recogimiento o exaltación, según su personalidad lo disponga, las palabras escogidas ex abundantia cordis, los poemas más exultantes o melancólicos, según el carácter de sus amistades y familiares, las más sinceras emociones traducidas en sobrios, dulces o entusiastas gestos de despedida, los torpes o ingeniosos discursos de despedida llenos de citas sacadas de las webs ad hoc, pero dichas con las palabras que entrecorta la emoción de los momentos trascendentales.
            Petrarca dijo: un bel morir tutta una vita honora.
       ¿Contradirá la autoridad del clásico?
Atienda nuestro buen consejo: organizar el propio funeral en vida es una de las mejores oportunidades para despedirse con decoro, elegancia, imaginación y estilo. No deje que otros le “interpreten”. Sea Vd. quien lleve, ¡aún en vida!, las riendas de su propia ceremonia mortuoria, la voz cantante de circatumba: distribuya a sus amistades en la sala según el orden íntimo que le parezca, seleccione el orden de las intervenciones, escoja la música que necesite oír, opte, entre nuestro surtido repertorio, por  el sitial pre-ataúd a la altura de sus exigencias: en maderas  nobles, en mármol de carrara, en mimbre, en bambú oriental, en diwan arabizante o en triclinio latino… Presida con solemnidad, pero sin envaramiento, las exequias que a Vd. le hubiera gustado tener después de muerto, con la ventaja de disfrutar de ellas ¡en vida!
Sorprenda realmente a sus allegados y llégueles a lo más profundo de sus sentimientos: deles la oportunidad de no decirle adiós sin haberle dicho cuanto sentían por Vd. Que nadie le pueda reprochar haberse ido sin despedirse, con el sigilo de los despiadados infartos cordiales o los derrames cerebrales. Reúnase por última vez con todos ellos y despídase de ellos para que guarden como último recuerdo la emoción del último encuentro.
        ¡Aproveche esta imaginativa                                      oportunidad!
Si su presencia de ánimo se lo permite, puede compartir con sus invitados, a modo de rúbrica de su afecto, un pica-pica de selectos productos de chacinería y quesería nacionales regados con los mejores caldos del país. Todo ello al precio que merece la ocasión. Con facilidades de pago y financiación con mínimos intereses (Hasta un 3%TAE) en 3, 6 o 12 meses.
       Llámenos. Discreción absoluta. Confianza total. 

      CONVIVIUM
                           
(La última despedida)


Teléfono: XXXXXXXXX    O visite nuestra web: www.convivium.com

jueves, 20 de junio de 2013

La generación Tippex


Descorramos un tippexado velo…

Siempre ha estado de moda bautizar a las generaciones literarias o artísticas, en cierto modo por un prurito terminológico que sea de utilidad para los estudios históricos, y así hablamos de la Generación del 98, la del 27 o De la República, los novecentistas, los modernistas, los novísimos, la Joven narrativa española o la demasiado reciente generación Nocilla, por ejemplo, que es marbete un tanto degradado en el plano del referente.
Hoy me atrevo a proponer otra generación, la generación Tippex. He llegado a este bautismo por varias vías, pero la principal viene no tanto del mundo artístico, cuanto del académico, porque es conocida la pasión por el tippex, a todos los niveles, que sienten los jóvenes escolares españoles, e ignoro si europeos y mundiales. Ese uso masivo me ha llevado a establecer una analogía que quizá peque de falta de fundamento y/o pertinencia. En cualquier caso, a nadie le ha pasado desapercibida la extensión diastrática, diatópica y diacrónica del líquido mágico capaz de suprimir por arte de birlibirloque, dos toquecitos de pincel aquí y allá, los errores. Una vez cubiertos con el sudario que envolverá al ¿acierto? resurrecto de la corrección, ¿qué autor retendrá que esa reaparición fue precedida por un error, la mayoría de las veces de mucho más que de bulto?
El uso del tippex, esa suerte de líquido seminal que permitirá el alumbramiento del deseado acierto, remite a una fobia al proceso de tanteo que supone el error-acierto del aprendizaje y a un blanqueo del mismo. Nada más infamante que la tachadura y, más aún, el añadido, esa punta de flecha de bandada grullesca, que nos permite  insertar la nueva redacción. El lopesco oscuro el borrador y el verso claro y el juanramoniano  en lo provisional, exactitud también, como si  fuera definitivo, presuponen esa incesante labor de corrección en la que al artista que de verdad lo es le interesan mucho más los errores que los aciertos, porque  esos descensos de la excelencia al abismo de lo vulgar, lo adocenado o la fórmula estilística desustanciada son, a su manera paradójica (Fallar es otra manera de hallar, dice uno de mis aforismos), el esclavo que nos acompaña en la cuadriga, recordándonos que somos humanos:  Respice post te, hominem te esse memento  El artista puro, en consecuencia, es el más humilde de los mortales, y a veces se cree que es falsa modestia su aparecer como un galardonado por las musas, cuando se trata en realidad de su verdadera faz, la de quien contempla en sus escritos las mil y una tachaduras que le devuelven, espejo del alma, la dificultad intrínseca del proceso artístico.
Hay, con todo, muchas maneras de tachar. A unos les basta una sola línea. A otros, por el contrario, solo les complace una tupida red de tachones que impiden entrever cuál fue la apuesta retórica rechazada. Algunos no se quedan satisfechos si no han reproducido con su tachadura una perfecta y espesa gota de tinta que borre lo desechado como si se hubiera vertido el tintero. Otros, sin embargo, tachan tan livianamente que parecen empeñados en que casi no se note, como si dieran por buena la primera intención pero quisieran dejar constancia de que otra posterior superaba aquella. Los hay que ponen entre paréntesis lo rechazado y comienzan a dibujar diagonales y cruces hasta permitir la lectura fluida de lo que queda haciendo caso omiso de la oscura mancha resultante. Para los estudiosos, todas las tachaduras son significativas, y los hay que darían la vida por poder llegar a aplicar a los textos manuscritos la técnica de los rayos X que permiten descubrir insólitas pinturas bajo lienzos renombrados.
Un manuscrito tippexado es la negación de la literatura y exponente inequívoco de la ingenua creencia en que la “presentación” es ya el primer valor de la obra. Los autores tippex pertenecen a ese sistema educativo en el que, más allá de la imaginación, la rebeldía, la inspiración y la lógica endemoniada, se valora sobre todo una libreta impoluta, al margen de que se digan en ella obviedades sin cuento o se instruyan, sus pergeñadores, en la perversa técnica del recorta y pega que suele ser preludio inevitable de la práctica de la intertextualidad, eufemismo, como es bien sabido, del viejo plagio contra el que ya ponían la tachadura en el cielo Thomas Crenius y Ludow Schlichter, y que han defendido, no sin ironía, Lautreamont: El plagio es necesario, está implícito en la idea de progreso y T.S. Elliot: Los poeta malos se apropian, los buenos roban. Pudiera pensarse que intentan emular el ideal Mallarmiano de la página en blanco, del silencio, como suprema aspiración de la palabra, pero no hay tal: se trata de una expresión burguesa de la vergüenza, y poco más.

La generación tippex pretende algo imposible: no aprender de sus errores.

domingo, 9 de junio de 2013

JACOB MORENO LEVÍ: PSICOLOGÍA DEL ENCUENTRO



Jacob  Moreno Levy: Creador del Psicodrama.


Hay psicoanalistas que, apartándose de Freud, lograron abrir senderos nuevos en el campo del análisis de la mente de las personas. Uno de ellos, olvidado del gran público, de los propios interesados en el campo de la psicología, pero no, por supuesto, de todos aquellos que han buscado alternativas a la arqueología del psicoanálisis freudiano y a la aridez intelectual del psicoanálisis lacaniano, es Jacobo Levy Moreno, nacido Jacobo Nissim Levy en Bucarest en 1899, pero reabautizado por sí mismo como Jacobo Moreno Levy, transformando el nombre del padre en primer apellido, para dar a entender que a partir de él nacía una genealogía, en vez de limitarse a ser el continuador de la de su padre. En la megalomanía de Moreno entraba no sólo ese concepto, sino también la fabulación de un nacimiento en el mar en una noche de tormenta, todo lo cual nos indica su propensión a la forja mitológica de su personaje, al que sometió a un intenso proceso de divinización. De hecho, su labor como Director que indica los pasos que han de seguir quienes se someten a la psicoterapia del psicodrama o de los grupos de encuentro que él también  creó es una proyección de esa naturaleza divina de la que supo convencer a sus discípulos, porque Moreno se corresponde con la figura de un iluminado que seduce a quienes se convierten en sus discípulos, no con la del intelectual que convence a los alumnos que se convertirán en sus seguidores.
Moreno no es un charlatán, por más que su tendencia mística puede predisponer a quien se acerca a su figura a incluirla dentro de ese ámbito religioso en el que basta la fe  para sobrevivir. Fue un intelectual bien formado, serio,  y eficaz en  la creación de su teoría y de la aplicación práctica correspondiente. Como le dijo en persona a Freud al acabar éste una conferencia en Viena: “Vd. analiza los sueños: yo ayudo a soñar”. Esa es la gran diferencia entre esas dos escuelas psicoanalíticas. A través del reconocimiento de la espontaneidad como fundamento esencial de la persona; de la aceptación del aquí y el ahora; del reconocimiento de la relación Yo-Tú, que se anticipó a la formulación de Martín Buber, y de la teoría de los roles como explicación de nuestra conducta social, dentro de lo que él bautizó como Sociometría, Moreno ha dejado una notable obra teórica frente a la que gran parte de los estudiosos de la psicología han manifestado un desdén altivo, orgulloso. No lo hizo así Fritz Perls, el creador de la Gestalt, que toma de Moreno no pocos elementos de sus innovaciones gestálticas, si bien nunca lo reconoció públicamente, e incluso le molestaba que le recordaran el gran parecido de su método de interpretación de los sueños y otras técnicas gestálticas, como la de la silla vacía, con los de Moreno. No hay más que comparar la importancia que tiene en la Gestalt la representación de los traumas e incluso de los sueños, adoptando el rol de cada uno de los elementos del sueño, yendo de la desintegración hacia la integración y recuperación de la estructura holística de nuestra personalidad, para darse cuenta de la deuda contraída por Perls con Moreno; del mismo modo que el desdoblamiento de personalidad en el caso de la silla vacía se corresponde con los juegos de rol en el teatro de la improvisación de Moreno. El concepto de rol social es tan importante para Moreno que llega a afirmar que el “yo” psicológico debe ser definido por el rol que desempeñamos. Una perversión de esa concepción es el hecho de actuar en función de las expectativas de los demás respecto de nosotros, en vez de hacerlo desde el corazón del espontaneidad propia.
De hecho, es muy posible que cuando ambos, Moreno y Perls, eran estudiantes en Viena, hubiera llegado Perls a saber algo del primero, porque la estrafalaria presencia de aquél –enorme abrigo verde campesino, poblada barba pelirroja, cabeza descubierta- en los parques, haciendo psicodrama con los niños o, posteriormente, en el teatro o con las prostitutas del barrio chino de Viena, no pasaron desapercibidos a las fuerzas vivas de la intelectualidad de aquella época de entreguerras. De hecho, en la revista que creó Moreno, Daimon, participaron algunos de los más notables expresionistas de la época, Martin Buber incluido, como Max Scheler, el sociólogo; Franz Werfel o el poeta Jakob Wassermann,. El concepto de “Teatro de la improvisación” lo llevará después a Norteamérica, donde, en  la década de 1930,  trabaja en la prisión de Sing-Sing, con ideas muy claras ya sobre la terapia psicodramática que tanto éxito le deparará.
Hay una película de Raúl (Raoul, a veces) Ruiz, Genealogías de un crimen, que fue despachada por la crítica especializada como un disparate, como un experimento fallido, porque se le había ido de las manos al director la complejidad psicoanalítica del argumento. Lo que ocurría era que ninguno de los críticos tenía ni la más remota idea de las terapias psicoanalíticas de Moreno y ello les privó de comprender la naturaleza de muchos tramos de la película, incluida la representación de la propia muerte, un proceso equivalente al de la recuperación existencial del propio nacimiento, como punto esencial para la formación de la personalidad. El trauma del nacimiento es para Moreno un momento de crecimiento, es lo más genuino, original y primario, el instante en que el hombre es más original, por más espontáneo. Tan positivamente le impresiona el nacimiento que intenta encontrarle el status nascendi a todos los conceptos que expone en su obra, nos dice Eugenio Garrido Martín en su más que recomendable libro Jacob Leví Moreno. Psicología del encuentro, en el cual disecciona los fundamentos teóricos de la obra de Moreno y su relación con las corrientes filosóficas, religiosas y artísticas de su tiempo. La película tiene un corrosivo sentido del humor que permite seguirla con un interés redoblado. Si añadimos un trío de intérpretes en estado de gracia: Piccoli, Deneuve y Seweryn, el placer alcanza unos niveles excepcionales de gratificación.
Además del nacimiento, el concepto clave de Moreno es la espontaneidad, cuya ausencia conduce irremisiblemente a la neurosis, a la despersonalización, a la mecanización. Según Garrido: Moreno distingue cuatro clases de espontaneidad. Primero es un impulso; después una adquisición cultural (la espontaneidad crea nuevos organismos, nuevas formas de arte y nuevos tipos de ambiente). A continuación hay un tipo de espontaneidad que es una creación de libre expresión de la espontaneidad. Finalmente, hay un tipo de espontaneidad que es la expresión de una respuesta adecuada a nuevas situaciones. Es decir, la posibilidad de adaptación e integración a una situación nueva.  La terapia de grupo es otra de sus innovaciones fundamentales, algo que también tomó Perls de él. El objetivo fundamental de Moreno fue evitar el anquilosamiento de las conductas y reacciones ante la realidad, las “conservas culturales”, como él llama a la mecanización conductual que amenaza con privarnos de nuestro bien más preciado: la espontaneidad.
Es muy conocida la llamada oración de la Gestalt, pero no lo es tanto la de Moreno, cuya dimensión social es diametralmente opuesta a la individualidad exacerbada, Stirneriana, de la de Perls:
Un encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara.
Y cuando estés cerca arrancaré tus ojos
y los colocaré en el lugar de los míos,
y tú arrancarás mis ojos
y los colocarás en el lugar de los tuyos,
entonces te miraré con tus ojos
y tú me mirarás con los míos.