sábado, 19 de mayo de 2012

Por atajos y de antojos...




Lúdica soledad



Las personas propensas a la soledad y al silencio (Los lectores avezados saben, sin necesidad de excursiones teóricas improcedentes, que ciertos discursos, como el presente son, también, silencio); los insulanos, decía,  somos amigos de ocupaciones raras, propias de mixtificadores como Silvestre Paradox, Pío Cid o Pierre Menard, y las más de las veces damos en extravagancias que no son sino una suerte de  digresiones de nuestra naturaleza, extravíos por atajos (y antojos) que nos llevan mucho más rápidamente de lo que incluso desearíamos, a ninguna parte, dondequiera que esta se halle. Lo único cierto es que allí donde esa ninguna parte se halle estaremos nosotros, rodeados de ausencia y acomodados en el mirador privilegiado desde donde se contempla cómo el resto de la inhumanidad se hunde en sus afanes, se ata a sus asuntos y se ahoga en sus quehaceres. Escribo en plural únicamente porque a los seres insociables, ariscos, megalómanos, egófilos y adictos al ingenio de quienes lo poseen y exhiben -¡imperecedero estímulo!- nos gusta la ficción de no ser únicos, sino miembros de  una inmensa minoría que, al modo de los masones antañones, es capaz de reconocerse, congeniar, confraternizar y sellar un vínculo de empático socorro mutuo indestructible.
Hecho el preámbulo de rigor, deambulo sin demora hacia mi propuesta. El coleccionismo es mal universal del que no me considero exento. Llevo tiempo dedicado a la colección de aforismos y a su estudio, y, con no poco atrevimiento, a su tímida creación. Uno de los rasgos específicos del aforismo es la autoría, esto es,  frente a la creación anónima del refranero, de los proverbios, el aforismo ha de ser engendrado por un autor o autora a quienes, presumiblemente deberíamos poder identificar, del mismo modo que podemos atribuir, a primera lectura, la paternidad de ciertos textos a autores fácilmente identificables como Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Goethe, Góngora, Camilo José Cela, Breton, García Márquez o Flaubert –dejo de lado, por supuesto, el problema de los epígonos, pues no son sino máscaras fraudulentas de los originales-. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando nos situamos ante una ristra de aforismos y hemos de emparentar cada uno de ellos con quien lo alumbró? ¿Atribuimos la paternidad de los mismos con la misma decisión que en los casos anteriores? Mi tesis es que la vocación secreta de los aforismos es el anonimato, y por ello, si mi teoría es correcta, nos ha de ser imposible, o casi, casar obras y autores con la exactitud de que podemos hacer gala en otros retos que tengan como objetivo los géneros tradicionales: la narrativa, la lírica y el teatro. Y ello porque, en los aforistas, el yo se difumina hasta borrarse ante el resplandor del hallazgo refulgente del ingenio: en-sí es una piedra preciosa, aerolito, monolito o cohete, tanto remonta...
Ahí está lanzado el reto para una tarde de domingo que se prevé lluviosa y algo fresca en las postrimerías de este mes de mayo barcelonés lleno de contrastes atmosféricos y feéricos. El próximo sábado, la solución. 

P.S. Si a algún miembro de la inmensa minoría le escuece su vanidad lectora y desea que le anticipe el resultado pueden pedírmelo vía correo electrónico, el de ver mi octavo de perfil. Contestaré con prontitud y agradecimiento.









1)    El hombre que habla como un libro es incapaz de hacer un libro que hable como un hombre.

2)    Leemos mal en el mundo y después decimos que nos engaña.


3)    Alguien dijo que la gloria no es otra cosa que la vanidad satisfecha.

4)    La excentricidad es el gran remedio de las grandes desesperaciones.

5)    Azar es una palabra económica. Evita largas explicaciones.

6)    La terquedad acusa ignorancia.

7)    En el dominio de los sentimientos, lo real no se distingue de lo imaginario.

8)    La mejor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco.

9)    Cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón.

10) Por la calle del ya voy se va a la casa del nunca.

11) Las gentes vulgares no encuentran diferencia entre los hombres.

12) Un hombre solo está siempre en mala compañía.

13) Las costumbres son la hipocresía de las naciones.

14) Dos son siempre tres: tú y yo y nosotros.

15) Estudiar sin pensar es inútil. Pensar sin estudiar es peligroso.

16) No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí mismo su propio camino.

17) En este mundo, para conservar amigos, es preciso tener el valor de aguantar sus obsequios.

18)  La resignación es un suicidio cotidiano.

19). Después de todo, ¿qué es la mentira sino una verdad inventada?

20) Oculta tu vida.

21)  Ciertamente el hombre es como un vado; recela la gente de él antes de haberlo pasado.

22)  Quien no sabe saber, no sabe.

23)       El olfato es una vista rara.

24)       Todo lo que uno ha olvidado pide socorro a gritos en el sueño.

25)      Jamás un hombre sabio deseó rejuvenecer.

26)      En vano llama a las puertas de la poesía quien está en sus cabales.

27)      Realmente hay muchísima gente que lee solo para no tener que pensar.

28) No es lo mismo servicial que servicioso.

29)      Fotografía: ¡la verdad revelada!

30)      La tierra entera es patria para todo hombre sensato.

31)      La delicadeza es la mano derecha de la inteligencia.

32)      ¿Quién escucha disculpas cuando puede oír acciones?

33)      La verdad se parece mucho a la falta de imaginación.

34)      En lo borrado se conoce lo que se piensa; que quien no piensa no borra.



Adolfo Bioy Casares; André Gide; Ángel González; Balzac; Byron; Canetti; Cervantes; Confucio; Chamfort; E. Jardiel Poncela; Epicuro; Fernando Pessoa; Jonathan Swift; José Bergamín; José Luis Coll; Juan de Zabaleta; Juan Luis Vives; Juan Ramón Jiménez; *Lichtenberg (2); Lope de Vega; Mariano José de Larra; Menandro; Miguel de Unamuno; Nabokov; Pascal; Paul  Valéry; *Platón (2); R. Tagore; Santiago Rusiñol; Sem Tob; Shakespeare; Sófocles.



*A estos dos autores les pertenecen dos aforismos a cada uno.


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