domingo, 4 de junio de 2006

13 de noviembre de 2...
¡Qué sobrecogedor el primer movimiento de la tercera sinfonía de Mahler! Tenebroso, lírico, sentimental, militar y nupcial, según avanza su polimórfica andadura. Wagner siempre alienta al fondo de la inspiración, me parece, aunque mis referencias musicales son tan pobres, inexactas y frágiles como mis posibilidades de llegar a ser editado. Aspiré a superar el analfabetismo musical y quedé ahorcado en el pentagrama por las axilas, hecho un guiñapo sordo y ciego.
No fue un accidente muy distinto de los que me acontecen cuando creo haber escrito una novela, un poemario o una obra de teatro dignas de las afónicas fanfarrias de la fama de la inmensa minoría, la sólida estimación de los discretos y la indiferencia de los innúmeros estólidos para quienes jamás salió una palabra de mi pluma. Mi cajón de desencajados se va llenando al tiempo que se vacía mi corazón de la confianza necesaria para que el aire sanador de su exhibición pública les arranque la mefítica pátina del fracaso.
De vez en cuando, al roer el hueso de mi preterición, me ha sucedido que alguna esquirla se me ha clavado en la garganta y ha estado a punto de ahogarme, ¡una digna muerte, a fe!, la de que se me atraviese esta doble novelería de eterno bachiller bachelor... Porque con la soledad del escritor fracasado, ¡ay!, quién es capaz de empatizar...
Nadie puede siquiera imaginar el sabor amargo de estos lametazos que me inflijo, como un paradójico dolor añadido, porque la saliva fría del rencor me abre las carnes aún más de lo que ya lo hace la indiferencia de los editores que, al menos para mí, se han comportado siempre con un gélido rigor deletéreo digno de mejores candidatos que andan por ahí exihibiendo su incompetencia y su cualitativo y levaduro dominio pastelero de la amigocracia.
Aquel que fui sigue a la caza y captura de quien soy para llevarme a un terreno pantanoso en el que quiere perderme para rencontrarse ¿con qué o con quién?, lo ignoro; ¡pero sigo resistiéndome a entrar en su juego viciado! Bastante tengo yo con mis miserias y mis erratas. ¡Qué se me da a mí de estériles ecos, inanes desdoblamientos y endemoniados reflejos! ¡Allá cada cual con el peso de sus acritudes y el grosor de la espuma de sus esputos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario