sábado, 21 de enero de 2006

7 de agosto de 2...

¡Otra negativa al zurrón! Esta vez, con todo, la plumilla de turno se ha sentido compasiva y, al margen de la ausencia de encaje con que borda, paradójicamente, la cruel indiferencia, añade que la obra tiene “notables puntos de interés”. ¿O los notables me los pongo yo, profesando una generosidad docente indecorosa? ¡A la mierda con ellos! Como con todos. ¡Se arrepentirán!, que es el grito de quien anda a medio monte escalando las escarpadas, las anfractuosas laderas de la vanidad. No por este Diario lleno de bilis, de bilirrubina y de bravatas de boquirrubio y carifarto; sino por lo que haya de venir, la futura e inobjetable obra gloriosa de la escéptica consagración.
Quien fui me ha jodido bien en lo vivo, desde luego. Esto tiene la heterogeneidad, la heterodoxia y los heterónimos, ¡para que me entere!, que vale casi tanto como ¡para que me integre! Me está desasosegando de lo lindo la sensación de ser utilizado y, además, ucrónicamente. Sé que seré carne de narración a destiempo, pero voy haciéndome al episodio, porque es imposible hacérselo a la idea. En todo caso al disparate, pero eso no es algo nuevo. Mayor aún lo es el de las ellenjamesianas de El mundo según Garp, pero ahí está, vivita y coleando, llena de imputada reputación. ¡Ah, mi Johnny de las debilidades betsellerescas! Me dejo llevar por la cadena de episodios que mitiguen la torpeza mental del mes y le acompaño hasta el final, accidentes automovilísticos incluidos, que son su especialidad.
No quiero escribir así, nunca lo he hecho, nunca podré hacerlo. Otra cosa es mi muy querido y marginadote Carlo Emilio Gadda, cuyo libro Coneixença del dolor me “alegra” estos días de contrariedades varias, calores desmayadores –velo incluido, por supuesto- y ansias infinitas de desquite. PM lo dijo un buen día: habría que conformarse con ser un lector agradecido (¡y mejor aún si agraciado...!, añadiría yo; pero eso es ya mucho pedir) . Allá cada cual con su saco de ambiciones. El mío siempre ha estado a reventar, pero nadie es tan imbécil como yo, ni tan ingenuo, de ahí el atrevimiento. ¿Y qué? No es menos cierto que tampoco nadie es tan “trabajador” como yo, siempre dando el callo... ¿Y eso vale tanto como dar la callada por respuesta?
Probablemente sí. Ahí te tienes en estado de purita corrupción: asido al clavito ardiendo de la paronomasia y bellezas afines y dejando pasar de largo la cabellera nuccial de la ocasión... Esa también se ha de apuntar. Remedio cómo he de tener, sino el de recuartos o reoctavos: purita carnicería.... Bien grosera la sacó Bieito en su Rey Lear de casquería, Leatherface incluido, y ahí está: recibiendo los pláceles de los críticos docilados... Y a mí me miran hasta los refajos... Mañana, cualquier mañana, será otro día, y el mismo de hoy. ¡Qué pobreza episódica la del resentimiento monotemático!

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