viernes, 13 de enero de 2006

22 de julio de 2...
Blanco. Blanco. Blanco. Y este asco. Que es el de antesdeayer y el de pasadomañana, y el de un hoy que es hoyo y que, a duras penas, quizás llegue a ser algún día ¡Oh, yo! La vacación, ¿la acción de la vaca, un ramonear indigesto?, se va acabando y llega el momento en que por fin voy ascendiendo a mi propio nombre, a mi nombre propio, o a una parte exigua de él, porque la totalidad es tan desoladora que bien está donde se queda, en la penumbra, gestante.
Intuyo que, por detrás, quien fui me quiere hacer una jugarreta, como si fuese imbécil, y que se servirá de esa inmediata Pdml para reivindicarse. ¡Va dado! Todo está dispuesto para lanzarse a la aventura del blanco roto, y no como en este caso, que es ocaso de mi invención, consuelo de mi marginación y pozo ciego de mis desabridos humores.
¡Ah, Benjamín Jarnés de mis amores! Aún sigues en el olvido, convertido en paradoja de tu propio título: Locura y muerte de Nadie. Habitar tu título ha acabado siendo tu derrota particular. Pero desde la eternidad unamuniana del bronce siempre pueden llegar los tiempos mejores. Estamos solos y aislados. Yo, ebrio de orgullo y decepción. Soy una mala alma en pena por los estériles yermos del resentimiento. Y abstemio, ¡para colmo! Es el mío un malditismo más que sui géneris. Mi vida disoluta lo es literalmente. Y sin solución de continuidad. Soy una necia invención ancillar y huérfana; un borrón difuminado, y un gorrón tradicional. Y me tambaleo por las sacudidas del odio que me agitan y me sereno por las fulminaciones de la indiferencia que me enervan. Y sigo marcando el compás de esa cojera cojonera. Y resisto. Sí, estoy: eso es lo que quiere decir resistir. Y si tuviera un poco de decencia, esa ciencia elevada a la décima potencia, pondría ahora mismito el punto final a este dislate, a este decir lateral, marginal, a este escurrebultismo de opereta grotesca, y , lamiéndome la oscura bilis de las crueles heridas editorialescas, saldría a enfrentarme con cualquier imaginación de las que se proyectan desde este o desde aquel nombre: todos ellos claros signos descifrables. Pero no. Se ve que la queja, además de aliviar las jaquecas, tiene alma de endorfina. Pues eso.

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